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Los riesgos de la inmortalidad

A partir de una hipótesis irreal -la posibilidad de que la muerte desaparezca algún día como instancia que marca el fin de la vida-, el escritor portugués José Saramago reflexiona en su novela Las intermitencias de la muerte sobre los contratiempos de la inmortalidad y la perspectiva de las sociedades occidentales frente al fin de la existencia.

El portugués José Saramago narra en Las intermitencias de la muerte, el caos que se crea en un país cuando la muerte decide dejar de matar en el último día del año, circunstancia que genera una situación incomprensible para los ciudadanos.

Las desconcertados habitantes, que llegan a desconfiar del histórico sueño de la vida eterna, empiezan a protestar por la anómala situación y exigen medidas urgentes al gobierno.La novela se inscribe en una línea recurrente en la narrativa de Saramago, que suele interrogar en sus obras sobre las reacciones del ser humano en situaciones no ya imprevistas, sino imprevisibles, tal como ha planteado en Ensayo sobre la ceguera, La caverna, El hombre duplicado y Ensayo sobre la lucidez.

En este caso, las consecuencias que acarrea la desaparición de la muerte en un país sin nombre, que tiene lugar el día primero del mes de enero, son variopintas y le sirven al autor de La muerte de Ricardo Reis para cuestionar distintos órdenes de la sociedad, desde los medios de comunicación hasta el gobierno y la iglesia.

DESOPILANTE. Lo que parece algo fantástico -alcanzar la inmortalidad- será fuente de problemas en la nueva novela del Premio Nobel portugués: las funerarias quiebran, las residencias de ancianos rebosan, los enfermos, los accidentados y los moribundos no van para adelante ni para atrás, una situación que se torna molesta y desconcertante. A la iglesia se le plantea un problemón, a saber, “sin muerte, óigame bien señor primer ministro, sin muerte no hay resurrección y sin resurrección no hay iglesia”.

Pero cuando todo el mundo parece adaptarse a tan extraordinaria y extraña situación, la muerte decide volver por sus fueros. Pero lo hará de muy distinta manera a la ya conocida, así que una vez más cundirá el caos. En Las intermitencias de la muerte, recién editada por el sello Alfaguara, no existen personajes centrales: sólo algunas figuras que aparecen y desaparecen en virtud de la narración, ya que el relato se sustenta en la misma muerte, que pasa de acto a acción y de acción a actor según avanza la lectura.

Saramago ha utilizado con frecuencia el truco narrativo de partir de situaciones extrañas e incluso imposibles: así se construyen algunas de las novelas clásicas del autor, como La balsa de piedra o Historia del cerco de Lisboa.

IRONÍA. “Al día siguiente no murió nadie”. Sobre esa frase inicial, el escritor construye un andamiaje irónico centrado en los anuncios de un acto negativo que se manifiesta no ya al día siguiente, sino en los siguientes días, y que le permite jugar con los comportamientos posibles, los problemas, las sorpresas y las crueldades siempre ocultas en la humanidad.

Una vez establecida la anormalidad como normalidad, con los reajustes precisos en el engranaje social para que, en el fondo, nada cambie, Saramago se complace en dar un giro más a la tuerca y recomponer la situación previa, la posibilidad de morir, pero anunciada a través de una carta que firma la propia muerte.

La novela de Saramago funciona como una crítica de las costumbres y las instituciones, y las reacciones de la gente ante la muerte y la falta de muerte. La pregunta es: ¿qué pasaría si fuéramos eternos? Y la primera respuesta del libro es que, sin la muerte, mucha gente se arruinaría.

La novela trata también sobre la imposibilidad de la inmortalidad: “¿Alguien se puede imaginar una vejez eterna? -se pregunta Saramago-. Mejor no imaginar esa vejez extrema, mejor pensar que morir no es ningún acto heroico sino una cosa de lo más corriente”, reflexiona.

La mujer del escritor, Pilar del Río, es la responsable de la traducción al español de la obra, que también tendrá una versión en catalán, italiano y portugués.

Fuente: El Diario de Paraná

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