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Abuelas aviadoras, pioneras de los derechos de las mujeres en EE.UU.

Lucile Wise sobre el ala de un avión en 1943.

A sus 92 años, Lucile Wise todavía recuerda con precisión cómo se convirtió en una de las pioneras de la aviación militar en Estados Unidos.
Fue en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando ella se sumó a un grupo de mujeres que por primera vez pilotaron aeronaves de la fuerza aérea a nivel nacional para que más hombres pudieran combatir en el extranjero.
En una época en que algunos consideraban poco natural y femenino que las mujeres fueran militares, Wise formó parte de un programa experimental llamado Women Air Force Service Pilots (Wasps, o avispas en español).
Éste terminó hace 70 años y con el paso del tiempo pasó a considerarse un hito en el proceso de empoderamiento de las mujeres en el país.
Lucile Wise no le contó a nadie cuando empezó a aprender a volar. "No necesitaba permiso. Yo ya ganaba mi propio sueldo", dice orgullosa.

"La importancia de las Wasps hoy es que las mujeres modernas las ven como sus precedesoras, como las personas que rompieron barreras por ellas", le dijo a BBC Mundo Katherine Landdeck, una historiadora de la Universidad de la Mujer en Texas, que ayudó a organizar en enero un desfile en su honor.
Esas barreras se rompieron un poco más hace exactamente un año, cuando el Pentágono retiró la prohibición que les impedía combatir en el terreno y anunció un plan para combatir los problemas de discriminación de género en el servicio militar.
Es una medida que rechazan quienes consideran que la igualdad no es un concepto que se aplique a la guerra, pero que Lucile Wise naturalmente aplaude.

"Hacía algo que amaba"

"Las mujeres deberían poder hacer cualquier trabajo para el que estén capacitadas y eso incluye el combate", le dice a BBC Mundo desde su casa cerca de Denver, en Colorado.
Enamorada de la libertad que se siente en el aire, Wise comenzó a prepararse para volar el día antes del ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941. Fue el episodio que llevó a Estados Unidos a involucrarse directamente en la guerra y que, como consecuencia, disparó la demanda por hombres que pudieran combatir.
En ese contexto se desarrolló la idea de capacitar a mujeres para que llevaran los aviones militares de las fábricas a los puntos de embarque, realizaran vuelos metereológicos o transportaran a oficiales de alto rango, entre otros.
Lucile Wise (al lado del instructor) con cuatro de sus colegas del programa de pilotos de servicio de la Fuerza Aérea.

Esto último fue precisamente lo que correspondió a Wise cuando, emocionada, consiguió que la aceptaran al programa que recibió unas 25.000 postulaciones, aceptó a menos de 2.000 y operó entre septiembre de 1942 y finales de 1944. En ese periodo, las mujeres volaron más de 90 millones de kilómetros en todos los aviones utilizados en la flota estadounidense, según cifras de la Universidad de la Mujer en Texas. 38 de ellas murieron.
"Fue un trabajo muy satisfactorio porque pude ayudar en los esfuerzos de la guerra haciendo algo que amaba", dice.
"Me topé con muy poca discriminación. Algunas veces hubo algo de escepticismo por nuestras habilidades de vuelo, hasta que se dieron cuenta de que sí podíamos hacerlo, éramos serias y estábamos dispuestas a trabajar", agrega.

Sin pena ni gloria

Pero la visión positiva cambió en el verano de 1944, cuando ya la guerra estaba entrando a sus fases finales.
Según Katherine Landdeck, las mujeres empezaron a ser vistas como aviadoras que estaban ocupando los puestos de los hombres: "Ya no liberándolos para que hicieran otras labores, que era algo patriótico, sino reemplazándolos, que no era aceptable socialmente".
A finales de ese año, el programa fue terminado sin pena ni gloria y con el agravante de que el Congreso había rechazado poco antes una propuesta para otorgarles estatus militar.
"Los estadounidenses no se enteraron de lo que hicieron y ellas mismas se mantuvieron en silencio", cuenta la historiadora. Mientras los hombres regresaban con las historias heroicas de sus combates, ellas prefirieron no hablar.
Eso empezó a cambiar en los años 70, cuando se anunció erróneamente que por primera vez Estados Unidos tendría mujeres al mando de aviones militares. Las Wasps se dieron cuenta de que habían sido relegadas y eso, como explica Landdeck, "las inspiró para asegurarse de que no se olvidara su lugar en el mundo".
En las décadas siguientes se les otorgó estatus de veteranas, recibieron una medalla de victoria de la Segunda Guerra Mundial y en 2010 obtuvieron la Medalla de Oro del Congreso, recuerda en diálogo con BBC Mundo Jeff Duford, curador del Museo Nacional de la Fuerza Aérea, en Ohio.
"Ellas demostraron que pueden manejar un avión de combate. Sólo se necesita un paso más para volarlo en un combate", explica Duford, quien agrega que actualmente hay unas 700 mujeres pilotos en la Fuerza Aérea.
Una de ellas es Samantha Weeks, quien ha realizado 105 horas de combate. Ella no duda en afirmarle a BBC Mundo que las Wasps son para ella "un ejemplo, pues pudieron sobreponerse a los obstáculos que se encontraron en el camino para lograr sus sueños con determinación y al mismo tiempo apoyar a nuestra nación".
Lucile Wise, por su parte, dice que está satisfecha de que hoy sea un ejemplo para las más jóvenes, aunque confiesa que eso nunca estuvo en sus planes.
"Yo nunca pensé que estaría hablando de mis experiencias a esta altura de la vida", concluye desde Colorado.
"No nos dimos cuenta de que estábamos haciendo historia".
Ocho Wasps sobrevivientes fueron homenajeadas en enero en California.

La experiencia de Jean McCreery


Una de las Wasps más jóvenes es Jean McCreery, quien actualmente tiene 89 años y vive en Oklahoma. Ella fue parte del último grupo de mujeres aviadoras antes de que concluyera el programa.
"Soy hija única", le cuenta a BBC Mundo. "Yo siempre quise tener una hermana y soñaba con eso. Cuando pertenecí a las Wasps conseguí a mis hermanas y hoy, 70 años después, lo siguen siendo".
"Mi hermana más cercana murió la semana pasada. Todas tenemos la misma edad y nadie va a vivir para siempre, pero fue una pérdida importante para mí aunque otras personas no la conocieran".
"Cuando me piden que hable -y yo lo hago con niñas pequeñas- no les hablo de la guerra como tal, pero sí de las habilidades de las mujeres y del hecho que podemos venir de un lugar cualquiera y terminar logrando algo".
Hace pocas semanas y con evidente emoción, McCreery volvió a subirse en un avión. "En California nos preguntaron si queríamos volar en un AT-6. Todos querían, pero yo fui la primera que levantó la mano".

BBC

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